miércoles, 17 de agosto de 2011

La leche animal, ese gran desconocido...

Llevo varias horas intentando explicar de una manera clara y concisa las desventajas de consumir este producto, y son tales y tan complejas algunas que finalmente me he decantado por copiaros este artículo de uno de los doctores más importantes en nutrición.

El texto es un poco extenso, pero merece la pena prestarle 5 minutos de atención. Ya que nos explica que nos aporta la leche animal (y no calcio, precisamente...):

"La leche animal y sus derivados -nata, queso, yogures, helados, batidos, etc.- se encuentran actualmente entre los alimentos de mayor consumo del mundo. Se alaban sus propiedades nutritivas, lo ricos que son y lo imprescindibles que resultan para mantener los huesos sanos merced a su riqueza en proteí­nas, vitaminas y minerales, especialmente el calcio. Pero, ¿es eso verdad, o más bien se trata de productos no precisamente saludables que causan muy diversas patologí­as?

El ser humano es único en la naturaleza por múltiples razones, destacando entre ellas el hecho de que se trata del único mamí­fero que ingiere leche procedente de otro animal pasado el periodo de lactancia. Y lo hace a pesar de saberse que la leche que produce cada mamí­fero es especí­fica para su especie y que la naturaleza la ha hecho idónea para las necesidades de su crí­a y no para las de otra. Es más, la madre Naturaleza previó que los mamí­feros -es decir, los animales que maman- obtengan la leche directamente de las mamas de sus madres sin contacto con agente externo alguno ya que se trata de una sustancia que se altera y contamina con gran facilidad. Los humanos, sin embargo, en el convencimiento de que es sano seguir tomándola siendo ya adultos, hemos alterado hasta las leyes de la naturaleza para poder mantenerla en condiciones adecuadas de consumo. Y, sin embargo, son muchas las evidencias que indican que tan preciado lí­quido está detrás de muchas de las dolencias que hoy nos aquejan.

Obviamente, la composición de cada leche varí­a en función del animal, de la raza, del alimento que haya recibido, de su edad, del periodo de lactancia, de la época del año y del sistema de ordeño, entre otras variables. Y si bien su principal componente es el agua su presunto interés nutritivo radica en que además contiene grasas (ácidos grasos saturados y colesterol), proteí­nas (caseí­na, lactoalbúminas y lactoglobulinas), hidratos de carbono (lactosa, fundamentalmente), vitaminas (cantidades moderadas de A, D y del grupo B) y minerales (fósforo, calcio, zinc y magnesio). Las proporciones dependen ya del tratamiento que se haya dado a la materia prima por lo que no contiene la misma grasa la "leche entera" que la "leche descremada". Ahora bien, ¿es realmente saludable ingerir leche y productos lácteos? Porque, no sólo son muchos los investigadores que discrepan de esa opinión, sino que hay cada vez más estudios que cuestionan esa aseveración.

El problema del calcio

La razón fundamental por la que los nutricionistas occidentales -no así­ los orientales- recomiendan tomar leche y sus derivados es porque la consideran muy nutritiva y especialmente rica en calcio, agregando que la ingesta periódica de ese mineral es imprescindible para mantener la salud, sobre todo la de los huesos. Y en ese convencimiento muchas personas beben cantidades importantes de ella al punto de que algunas -es el caso de millones de norteamericanos- prácticamente la toman en lugar de agua. Sin embargo, es precisamente en Estados Unidos, el mayor consumidor mundial de leche, donde más incidencia de osteoporosis hay entre su población. ¿Alguien puede explicar razonadamente tan singular paradoja?

Lógicamente, no puede extrañar que cada vez más expertos alcen su voz abiertamente afirmando que la leche y sus derivados no sólo no son alimentos adecuados para el ser humano sino que ni siquiera constituyen una buena fuente de calcio porque una cosa es la cantidad de ese mineral presente en ella y otra muy distinta su biodisponibilidad. Además, está por ver si la necesidad de él que precisa el organismo es la que publicitan las empresas lácteas.

Resultan ilustrativos a ese respecto los resultados del estudio que con 78.000 mujeres de entre 34 y 59 años llevaron a cabo durante 12 años varios profesores de la Universidad de Harvard en Estados Unidos y que fue publicado en el American Journal of Public Health en 1997. Porque sus conclusiones desmienten la tesis de que un mayor consumo de leche u otras fuentes alimenticias de calcio por mujeres adultas las proteja de fracturas propias de la osteoporosis como son las de cadera o antebrazo.

También es interesante recordar el Proyecto Cornell Oxford-China de Nutrición, Salud y Medio Ambiente que se inició en 1983 con un estudio pormenorizado de los hábitos cotidianos de 6.500 habitantes de 65 provincias dispersas de la China rural ya que constituye una de las investigaciones más rigurosas y concluyentes efectuadas en materia de salud. Y ese trabajo demostró -entre otras cosas- que la leche animal desmineraliza a los adultos. Es decir, se comprobó que las mujeres que no tomaban leche de vaca y su único alimento eran el arroz, los vegetales, la soja y sus derivados no padecí­an osteoporosis. Y que, sin embargo, si dejaban esa dieta e introducí­an la leche de vaca sus niveles de calcio bajaban y aumentaba la incidencia de esa patologí­a.

Un estudio publicado en el American Journal of Clinical Nutrition que afirma que el exceso de proteí­nas de la leche es uno de los factores más importantes en el avance de la osteoporosis. En dicho estudio -publicado ya en 1983- se demostraba que hasta la edad de 65 años las mujeres que no toman leche y son vegetarianas tienen un 18% de pérdida de hueso mientras las omní­voras padecen una pérdida ósea del 35%.

Y estudios más recientes muestran que con una ingesta de 75 gramos diarios de proteí­na láctea se pierde más calcio en la orina del que se absorbe a través de la dieta.

A todo esto hay que añadir que la relación calcio/fósforo de la leche de vaca no es adecuada para el ser humano, pues su contenido es demasiado elevado en fósforo y por eso su ingesta acidifica el organismo. Con las numerosas implicaciones negativas para la salud que ello implica.

El  doctor Jean Seignalet -hematólogo, inmunólogo, biólogo y catedrático de Medicina de la Universidad de Montpellier. Afirmó en lo que a la leche se refiere lo siguiente: "Muchas personas piensan que prescindir de la leche puede provocarles pérdida de calcio y problemas como la osteoporosis pues la televisión, la prensa y la mayorí­a de los médicos repiten que la solidez de los huesos depende de su cantidad de calcio y sólo el consumo diario de productos derivados de la leche puede aportarles en cantidad suficiente ese precioso calcio. Sin embargo, yo digo firmemente que NO. El peligro de la falta de calcio es una ilusión. Es cierto que la leche de vaca es rica en calcio pero una vez en el tubo digestivo humano la inmensa mayorí­a del mismo es precipitado en forma de fosfato de calcio y expulsado a través de las heces fecales. Sólo una pequeña parte es absorbida. El calcio asimilable es aportado en cantidad más que suficiente por los vegetales: hortalizas, legumbres secas, verduras, carnes crudas y frutos secos y frescos. Además el calcio es un mineral muy abundante en el suelo donde es recuperado por las raí­ces de las plantas. En definitiva, eliminar de la alimentación la leche animal no provoca carencia de calcio. Al contrario, el régimen hipotóxico -desprovisto de derivados de la leche- acompañado de magnesio y silicio bloquea 70 veces de cada 100 la evolución de la osteoporosis e incluso permite a veces recuperar parte del terreno perdido".

La caseí­na de la leche

Mencionábamos al describir la composición de la leche que una de sus proteí­nas principales es la caseí­na. Pues bien, se sabe que el niño lactante asimila completamente las caseí­nas de la leche materna... pero no las de la leche de vaca. Tales proteí­nas sólo se digieren parcialmente por el efecto neutralizador de la leche sobre la acidez gástrica, indispensable para su ruptura.

¿Y qué efectos provoca esa sustancia viscosa que es la caseí­na animal en nuestro organismo? Pues hay que decir que en algunas personas se adhiere a los folí­culos linfáticos del intestino impidiendo la absorción de otros nutrientes (de hecho la caseí­na se utiliza como pegamento para papel, madera, etc.). Además su hidrolización parcial tiene otras consecuencias. Por ejemplo, desembarazarse de sus residuos metabólicos supone un gasto energético suplementario para el organismo y puede provocar problemas inmunológicos. 

Las grasas de la leche

La leche humana contiene 45 gramos de lí­pidos por litro, de los que el 55% son ácidos grasos poliinsaturados y un 45% saturados. Y tiene, sobre todo, un elevado contenido en ácido linoleico, precursor de prostaglandinas y leucotrienos antiinflamatorios. En cambio la leche de vaca -la más consumida- contiene un 70% de ácidos grasos saturados y un 30% de poliinsaturados. Una estructura que favorece la formación de prostaglandinas y leucotrienos inflamatorios.

Por otra parte, la pasteurización y la homogeneización provocan que las grasas saturadas atraviesen las paredes intestinales en forma de pequeñas partí­culas no digeridas, lo que inexorablemente aumenta los niveles de colesterol y grasas saturadas en sangre. Además, el contenido en colesterol de la leche es superior al de otros alimentos famosos por ser ricos en ese elemento. De hecho, algunos paí­ses ya han retirado la leche de la lista de alimentos fundamentales para la dieta porque se ha observado que los niños que acostumbran a tomar varios vasos de leche al dí­a tienen sus arterias en peores condiciones que los que no la toman. Una información que, curiosamente, no parece haber llegado a Estados Unidos, pues según su Departamento de Agricultura casi el 40% de la comida diaria que ingieren los norteamericanos consiste en leche y/o productos lácteos. Lo cual significa que un estadounidense medio toma diariamente sólo con los productos lácteos 161 miligramos de colesterol. Y eso es tanto como ingerir ¡53 lonchas de tocino al dí­a! Y luego se extrañan de que la cuarta parte de la población norteamericana sea obesa o padezca sobrepeso.

Añadiremos finalmente un dato importante que aporta el ya mencionado doctor John McDougall: en el afán por aumentar sus ventas la industria lechera relaciona el contenido de grasa de la leche... con el peso. Lo que le permite decir que la de vaca contiene "sólo" un 2% de grasa por cada 100 gramos. Y, claro, dicho así­ parece que estemos hablando de un producto bajo en grasa. Sin embargo debemos entender que el 87% de la leche es agua por lo que si descartamos ésta el porcentaje real de grasa sobre la sustancia sólida es mucho mayor.

La carga hormonal

Conviene saber también que la leche contiene aproximadamente 59 tipos diferentes de hormonas -pituitarias, esteroideas, adrenales, sexuales, etc.- siendo las más importantes las hormonas del crecimiento cuya acción, unidas a la riqueza proteica de la leche de vaca, hacen posible el rápido crecimiento de los terneros de forma que en breve plazo llegan a doblar su peso. Y es evidente que los humanos no tenemos precisamente esa necesidad. Además, niveles elevados de esa hormona, unidos a otros tóxicos, se consideran hoy causa de la aparición de diversas enfermedades degenerativas.

Hay que añadir a ese respecto que resulta kafkiano tener que reseñar que ya en 1994 la Food and Drug Administration (FDA) -es decir, la agencia del medicamento norteamericana- aprobó que la compañí­a Monsanto usara la Hormona Recombinante de Crecimiento Bovino (rBGH) -también conocida como bovine somatotropin o rbST- para aumentar la producción de leche en las vacas entre un 10 y un 25%. Porque según se publicó en The Ecologist en 1998 "el uso de rBGH incrementa los niveles de otra hormona proteica -el factor de crecimiento 1 tipo insulina (IGF-1)- en la leche de las vacas. Y dado que el IGF-1 es activo en los humanos -causando que las células se dividan- algunos cientí­ficos piensan que una ingesta de leche tratada con altos niveles de rBGH podrí­a dar paso a la división y crecimiento incontrolados de células en los humanos. En otras palabras: cáncer". De hecho, son tantos los peligros potenciales de esa hormona que su uso está prohibido actualmente en Canadá y la Unión Europea, así­ como en otros paí­ses.

La profesora Jane Plant, autora del libro Your life in your hands (Tu vida en tus manos), explica en él que el IGF-1 es además especialmente activo durante la pubertad y el embarazo. En el caso de las niñas púberes -explica- esta hormona estimula el tejido de la mama para que crezca. Y durante el embarazo ensancha los tejidos mamarios y los conductos de la leche materna para favorecer la lactancia. Agregando con rotundidad: "Niveles altos de esta hormona incrementan hasta tres veces el riesgo de padecer cáncer de mama o de próstata por parte de quienes consumen tanto la leche como la carne de las vacas lecheras. Y en contra de la afirmación de que la pasteurización la destruye entiendo que la caseí­na evita que eso ocurra y que la homogeneización facilita que la IGF-1 alcance el torrente sanguí­neo. Asimismo, los propios estrógenos que se añaden a la leche bovina son otro de los factores que estimulan la expresión nociva de esta hormona y que, indirectamente, acaban provocando la aparición de tumores".

Tóxicos en la leche

Debemos añadir que la leche puede además estar contaminada por productos quí­micos, hormonas, antibióticos, pesticidas, pus procedente de las mastitis -tan frecuentes en la vacas ordeñadas permanentemente-, virus, bacterias, priones... Sin olvidar que hoy se "enriquece" tanto la leche como los productos lácteos con aditivos, vitaminas y minerales sintéticos, semillas, plantas, frutas, proteí­nas, ácidos grasos... En algunos casos, por cierto, con grasa de animales distintos. Con lo que uno puede estar ingiriendo leche de vaca enriquecida con grasa de cerdo... sin saberlo.

Por último es importante señalar que las madres que toman leche de vaca durante el período de la lactancia exponen a sus hijos a los riesgos asociados a este alimento.

Dr. José Ramón Llorente, autor de este texto, es presidente de la Sociedad Española de Nutrición Ortomolecular"

7 comentarios:

MARTA dijo...

Tengo intolerancia a la lactosa no diagnosticada pero mi cuerpo la rechaza pero llevo un tiempo tomando más cantidad de yogur y leche entera, q antes seria impensable; la verdad q cuando viertes la leche en el recipiente ( yo colada)hay algunas marcas q son muy liquidas y otras supuestamente desnatada q tiene gran cantidad de nata, se nota q el producto no es como antes y q no aporta el calcio como antes para q nuestro cuerpo lo asimile quizas por eso debemos añadir yogur o algun alimento más para asimilar la cantidad q nuestro cuerpo necesita de calcio

Sònia Martínez dijo...

Hola Marta, gracias por dejar tu comentario. Te recomendaría que tomases para tener un buen nivel de calcio más hortalizas, legumbres y sobretodo, sobretodo que incluyas a tu dieta semillas se sésamo ;)

MARTA dijo...

semillas de semaso ? donde las consigo tb incluyo esos alimentos en mi alimentacion y el pan integral

Sònia Martínez dijo...

Puedes comprarlas en las tiendas de herbodietética. Aquí tienes más información sobre las semillas de sésamo: http://calmaequilibrioybienestar.blogspot.com/2011/08/las-semillas-de-sesamo.html

MARTA dijo...

gracias sonia

CiudadanoZ dijo...

Doy fe que un buen sustituto de la leche de vaca es la de avena, mucho más que la de soja, por el sabor y las propiedades que tiene. En especial, la leche Natumi. Y no es por hacer publicidad, pero he probado otras marcas y esta la considero mejor, por sabor.

Sònia Martínez dijo...

Hola CiudadanoZ, yo también doy fe de que la leche de avena está buenísima, además de tener muchos nutrientes esenciales para nuestro cuerpo. Buena elección ;)